La factoría ballenera de Caneliñas

Historia de las factorías balleneras gallegas
Para comenzar nuestra historia, situémonos en la Galicia del primer tercio del siglo XX. Pese a que la caza industrial de ballenas comienza ya en la 2ª mitad del siglo XIX debido a la aparición de dos innovadoras técnicas que relanzaron esta actividad como son, por un lado, la creación del cañón lanza arpones, y por otro, la propulsión a vapor y el casco de hierro, no será hasta el año 1924 cuando la actividad ballenera se instale en nuestras costas de la mano de dos empresas asociadas a capital noruego.
En primer lugar fue la Sociedad Ballenera Española la que fondeó en la ensenada de Barra (Cangas) primero, y en la Ría de Aldán después, el buque factoría Rey Alfonso (según otras fuentes Alfonso XIII), en el cual las ballenas proporcionadas por los vapores balleneros conocidos como “cátchers” eran izadas por el costado para su transformación. Le siguió la Compañía Ballenera Española que emplazó en la ensenada de Caneliñas (Cee) otro buque factoría de origen noruegués, el “Blus”, que operó hasta que en el año 1925 un fuerte temporal lo lanzó contra las rocas, perdiéndose el buque.


Como las pescas habían hasta el momento resultado exitosas, meses después del hundimiento, la Compañía Ballenera Española decide instalar en la propia ensenada de Caneliñas la que sería la primera factoría ballenera de Galicia en tierra firme atendida por más de 100 operarios y que es objeto de nuestra historia.
                                              
Ambas compañías acabaron fusionándose formando la Sociedad Anónima Corona”, concentrando su actividad en Caneliñas a partir de 1929, año en que la crisis mundial obligó al cierre de la factoría de Barra continuándose la actividad en la factoría de Cee hasta aproximadamente el año 1938, año en que las consecuencias de la Guerra Civil Española y el inicio de la 2ª Guerra Mundial provocaron el cierre de la factoría hasta el año 1951.
La factoría retoma la actividad en 1951 a cargo de la empresa Industrias Balleneras S.A. (IBSA), contando con dos balleneros. Parece ser que en su primer año de funcionamiento habría procesado algo más de 100 ballenas.
A principios de los años 70, la firma IBSA, propietaria de la factoría de Caneliñas, la sociedad Factoría de Balea C.B.(formada por Hermanos Massó, Barreras e ibsa) propietaria de la factoría de Cangas y la Familia Massó propietaria de la factoría de Morás se fusionarían bajo la denominación de IBSA.
Con la firma por parte del Estado Español en el año 1979 del Tratado de la Comisión Ballenera Internacional, la caza de cetáceos en aguas españolas quedó en manos de dicha Comisión. Los años 80 son los años del surgir de una nueva conciencia social en favor de la defensa de las ballenas, con ataques a los buques de la factoría de Caneliñas, concretamente al IBSA I amarrado en Corcubión que no provocaron daños de importancia pero que si lo hicieron en los buques IBSA I (por 2ª vez) e IBSA II amarrados en el puerto de Marín provocando su hundimiento el 27 de abril de 1980. Se libró el IBSA III que fue cambiado de amarre entre la 1ª y la 2ª deflagración.


La reducción de las capturas impuesta por la C.B.I. provocan primero el cierre de la factoría de Morás en 1979. Con la Moratoria de pesca de ballenas firmada en 1983 en Brighton por 4 años aplicable a partir del año 1986, cerrarán en 1985 la factoría de Cangas y poco después la de Caneliñas después de 48 años de discontinua actividad.

 
Los buques balleneros

Se trataba de obsoletos buques de vapor, de construcción noruega e inglesa, también denominados “cátchers”, silenciosos, lo que facilitaba la aproximación a los cetáceos, con cascos de hierro y esloras comprendidas entre 35 y los 40 metros, con altas cofas de avistamiento y pasarelas entre el puente y la proa donde se encontraba el cañón, artilugio desde el que se lanzaba un arpón de casi 70 kg de peso con 4 garfios articulados para aferrar la presa y en cuya punta llevaba una granada explosiva con 10 kg para acelerar la muerte del animal, lo que hacía que para su manejo fueran necesarios dos hombres.  

 







De aquella historia ballenera sólo queda el llamado IBSA II, ballenero de los que fuera hundido en Marín en los años 80, adquirido por el Sandefjord Museu de Noruega y rehabilitado tal y como fue construido en los años 50 en Gran Bretaña y rebautizado como Southern Actor.


 






 El procesado de los cetáceos

Recordemos que los balleneros o cátchers se adentraban entre 20 y 50 millas en busca de cetáceos, concretamente cachalote y rorcual común. Hay testimonios de balleneros que habrían capturado hasta 11 cachalotes en un mismo día, llegando alguno a los 18 metros y otro una ballena azul de 29. La mejor época de caza era entre julio y agosto, meses en los que se realizaban la mayor parte de las capturas.


Los cátchers traían las capturas a las factorías amarradas a los costados. Previamente les introducían aire comprimido para evitar que éstas se hundieran.

Allí era amarrada en una boya y luego llevadas en una embarcación a remo hasta la rampa, donde se les tomaba por la cola con la pinza de jaiba, tenazas de hierro unidas a cables de acero y que mediante la acción de un potente guinche llamado “dunke”, la ballena era subida a la playa o cama de descuartizamiento.
Una vez allí se medían en longitud y en altura para estimar el diámetro y poder así calcular el peso del animal mediante tablas matemáticas que variaban según la especie de la que se tratase. Para la obtención del aceite, lo primero era el descuartizado del animal, para lo que se empleaban cuchillos curvos de mango curvo denominados “noruegos” y zapatos de clavos para poder trepar por la ballena. Se hacían profundos cortes alrededor de la cabeza del animal y a lo largo de todo su cuerpo en sentido longitudinal para obtener la grasa subcutánea o tocino. En los cortes próximos a la cabeza, se hacían ojales por donde se pasaba un cable de acero y con la ayuda de un guinche el animal era pelado como un plátano.

 Estas grandes tiras se cortaban en trozos de menor tamaño que se dejaban caer por trampas situadas en la cama de descuartizado a los autoclaves o cocinadores.

Mientras cocían, se separaban los tejidos blandos de la cabeza y la mandíbula inferior, y en el caso de los cachalotes, se les extraía de la cabeza una cera o aceite blanquecino denominado espermaceti.


Decir que en el trienio comprendido entre 1924 y 1927 la factoría de Caneliñas procesa 1280 ballenas y 84 cachalotes que producen 40.000 barriles de aceite. Entre los usos de los productos obtenidos, saín como combustible para el alumbrado, y el aceite de cachalote para las manufacturas de margarina y jabón, la carne es comestible, los huesos sirven de material de construcción o triturándolo para elaborar afrodisíacos, las barbas de la ballena para armas, fustas, paraguas, o corsés, el ámbar gris que se origina en el intestino del cachalote como fijador de perfumes, con el espermaceti ungüentos, velas y jabones. De la ballena se aprovecha todo.

Caneliñas hoy en día
Pendientes de realizar una visita in situ a las instalaciones y a los fondos de su playa para documentar lo que queda de Caneliñas, decir que han sido muchas las especulaciones sobre su destino; historias no libres de polémica sobre recalificaciones para construcción de viviendas en primera línea de playa, la contrucción de un hotel o la que sería más del gusto de los vecinos, la de construír un Centro de Recuperación de Fauna Marina-Museo de la Caza de la Ballena del que existiría un proyecto diseñado por un equipo de arquitectos de Barcelona del año 2009. De todo aquella historia quedan las ruínas de la factoría y una escultura de la cola de un cetáceo colocada por el propio concello de Cee.